lunes, 14 de enero de 2008

PROMOVER UNA SALIDA AL CONFLICTO ESRUCTURAL Y SOMBÓLICO, BASADOS EN LA ÉTICA DEL DISCURSO.


¿Qué importancia tiene la profundidad de un contenido, si de todas formas las sociedades siempre se han movido bajo los esquemas de lemas y frases bonitas?

Este cuestionamiento puede estar en boca de muchos en la actualidad, lo cual no quiere decir que sea de juzgar, ni de tachar a los que piensan de esta forma como si estuvieran recubiertos de ignorancia, porque aun algunos intelectuales contemporáneos (como se hacen llamar, o los llamamos) llegan a estar de acuerdo o incluso a participar en esa clase de contenidos que crean dichas preguntas.

Además, si hacemos memoria y si no estoy errado, somos hijos del choque entre imaginarios y símbolos tradicionales, en otras palabras y con menos arandelas, fuimos nacidos dentro de una crisis cultural, llena de acontecimientos nacionales, en los que la política, religión, escuela, academia, familia, incluso el mismo MERCADO, (en mayúscula porque aparentemente es lo único importante en estos días) no se salvan de uno de los mayores vacíos que como instituciones hemos permitido.

El error no esta en cierta reelección política “bueno, no del todo”, ni en la libertad de credo, tampoco en algunas teorías académicas e ilustres que de las bibliotecas no salen, por desgracia ¿o fortuna?, y mucho menos toda la falta esta en los temas de divorcio, aborto, inclinaciones sexuales que día a día salen a luz en los hogares y medios de comunicación. Tal vez se me puede estar cuestionando frente a lo que escribo (que bueno) ya que el caldo de cultivo y el eje de los “principales” problemas sociales son los descritos anteriormente, y sobre los cuales se nos ha dicho, se debe trabajar para llegar a esa palabra tan pequeña, especial, trillada, y manoseada, la paz.

Para continuar con el desarrollo de este tema a plenitud, me es necesario remitirme a una vivencia personal del pasado mes de diciembre, que de hecho hoy me anima a escribir estas líneas. Tuve la oportunidad y la fortuna de visitar una región del departamento de norte de Santander en la frontera con nuestro hermano país, Venezuela.

Se me había prevenido sobre todo; la lejanía geográfica, las altas temperaturas y los problemas en cuanto a seguridad, sin embargo viajé, llegué para sorpresa de muchos sano y salvo, con toda la confianza del mundo. En ocasiones pienso que todo ese imaginario que se me narró en un inicio sobre el lugar, era envidia (de la buena, claro) por ser yo el que tuvo la oportunidad de viajar a una región colombiana tan esplendida como esta.

Si comienzo a narrar las experiencias que tuve, terminaré por llenar paginas enteras tratando de poner en texto los paisajes, los caminos al amanecer, la sonrisa de los niños, la calidez de la gente, el valor que se le da a lo que en realidad se debe valorar, como la vida. Por eso, canalizaré por ahora, la emoción que me invade y de seguro en una ocasión no muy lejana, dedique un artículo para narrar esa buena experiencia y me tome el atrevimiento de compartirla con usted. Por ahora, sólo repito las palabras de Antonio Machado cuando dice; somos lo que somos por los encuentros que hemos tenido.

Tal vez se preguntará ¿qué relación existe entre el tema inicial y la experiencia que tuve en ese lugar del territorio colombiano? Y la respuesta es simple, toda.

Allí pude comprender que no solamente somos el resultado de una crisis cultural, sino que además hemos implantado modelos y estructuras en aras de alcanzar la tan anhelada paz, pero de forma agresiva, vertiginosa. Afirmo esto, no porque viva de sentimentalismos momentáneos, como se acostumbra, a demás esta de moda, sino porque desde el ámbito comunicacional que es el que me compete como profesional en formación, no se ha logrado una autentica cohesión social y mucho menos una identificación con ese modelo que se quiere frente al proyecto de paz y progreso de la región.

De ahí y de otras muchas vivencias, parto con mi tesis que al parecer no es nada nueva, pero espero por el bien de todos, que en esta ocasión adquiera un valor trascendente donde pase de ser un simple escrito, a hechos y acciones concretas, que se puedan ver, palpar, vivir: uno de los más grandes vacíos de nuestra sociedad y por ende de nuestras instituciones, es la crisis del discurso.

Es desalentador ver como en algunas regiones del país, las propuestas comunicativas utilizadas para los procesos de convivencia, progreso y paz sean los mismos de hace siete años, parece que dichos planteamientos se han vuelto reciclables para cada administración y lo único que se cambia cada cuatro años es “la frase bonita” del proyecto, pero el contenido sigue siendo igual, aún sabiendo que la generación, las circunstancias y el contexto de hace siete años ha cambiado, a vivido un poco más (algunos).

Por lo tanto, ¿cómo “exigir” el cese a un conflicto estructural donde el proceso de modernización en determinados sectores sociales es acelerado, violento, abusivo, inesperado y catastrófico?, ¿cómo pretender un no “rotundo” al conflicto simbólico, si los promotores y participantes de los procesos de negociación son terceros con intereses comunes? Estos y múltiples factores más, en los que el tema de la educación, la familia, la convivencia, el sostenimiento económico, toma matices trascendentales que dependiendo del buen uso del discurso, acompañado de acciones, hechos, acuerdos, arrojaran el SI a un nuevo conflicto “por fin”, pero esta vez con estrategias comunicativas eficaces que sigan aportando al desarrollo de las comunidades y por ende de la paz.

Ahora el cuestionamiento es ¿cómo se hace un buen uso del discurso en la solución de conflictos? sobre y para hechos. Debe basarse en las fortalezas de dichas discrepancias (primero que todo), en las debilidades, en los posibles acuerdos bilaterales, en las identidades de los que están inmersos dentro del conflicto.

Cuando se tienen en cuenta inicialmente estos lineamientos, el eterno circo de elite que además de ser un espectáculo ridículo y costoso que le quita tiempo, espacio a procesos comunicativos serios de la mano con otras instituciones, se debilitaría y las comunidades pasarían a ser protagonistas ante propuestas de paz, acuerdos, ¿Por qué? Porque se les esta teniendo en cuenta, no más como problema, ni victimas, sino como salida al conflicto.

Hacer que las comunidades se identifiquen con esas propuestas de convivencia, progreso y que además sean apoyadas integralmente, permite fortalecer esas dinámicas de integración social a las que me refiero, basados en el discurso y las acciones.

Lo anterior, es solo una pequeña muestra de nuestra realidad nacional, se amerita entonces, el llamado urgente a los verdaderos comunicadores, periodistas, y todos aquellos que nos hemos formado en la academia para comprender y ayudar a aplicar de la mejor manera, el complejo pero valeroso mundo de la comunicación, es el momento de tomar esa responsabilidad en serio, de hacer que esa imagen errada que nosotros mismo nos hemos encargado de vender al mundo, ser simplemente luces, cámara y espectáculo, pueda cambiar.

Hacer que la impotencia de ser el simple ojo espectador ante una realidad que se derrumba, comience a tomar acciones, a movilizase dentro del campo de una genuina ética, otra palabra más que se ha manoseado, y que para no extenderme en hablar sobre esta, debe borrarse de la lista de utopías (bien larga que si es), que ese ethos del que se hablo un día en la antigua Grecia, ese estilo de vida, nos lleve como medios de comunicación a fortalecer las redes comunicativas y humanas que se encuentran inmersas dentro del conflicto.

Tal vez nuevamente se me pueda estar cuestionando, porque se he hecho referencia en los errores de nuestra madre patria y de nosotros como astilla de ella (de tal palo…), se ha expuesto la importancia de un discurso coherente dentro del conflicto, acompañado de algunos lineamientos a tener en cuenta, y finalmente se ha hecho un llamado a los que estamos y que se supone que sabemos de comunicación, en hacer de esta vocación, acciones que contribuyan al mejoramiento del país desde nuestro campo.

Sin embargo creo que se me reclama algo más antes de finalizar, referirme a las acciones para la solución óptima del conflicto. No acostumbro en dar formulas, ni recetas mágicas, muchas veces, lo confieso, he descubierto el agua tibia, pero lo que me diferencia es que yo se lo hago saber a todos (bueno a los que puedo).

Por estos días el tema de lo alternativo y comunitario se ha puesto en boca y letra de muchos, la verdad no es algo de ahora, ya que si hacemos nuevamente memoria (nos hace mucha falta), a través de estos modelos, la sociedad civil y la lucha obrera dieron sus primeros pasos en la participación de lo público.

La idea no es solo rescatar los medios comunitarios, alternativos, sino aplicarlos bien, ofrecer a través de estos el reconocimiento de la pluralidad cultural, ser pensados para las comunidades, donde se refleje y se tenga en cuenta las necesidades, gustos, los proyectos de los grupos poblacionales, el permitir que el discurso y los contenidos sean entendibles, con bases sólidas, acordes al contexto y al proyecto que se suscite.

Apostarle a esta forma de comunicación, es permitir que se facilite la participación, que los niveles de cohesión social sean cada vez mejores y que los proyectos para traer un mejoramiento nacional, creados y vistos a la luz de la radio, televisión, y prensa comunitaria, proporcionen una igualdad no solo de derechos sino además de responsabilidades, en las que el discurso acompañado de hechos genere espacios para la libertad de expresión y la solución de conflictos, ir mas allá de las frases bonitas con las que crecimos desafortunadamente.

Finalmente traigo a colación mi corta pero gratificante experiencia en la región del departamento de norte de Santander en la frontera con Venezuela, los problemas de seguridad están siendo controlados, las gestiones de las diferentes instituciones se ven a través de la puesta en marcha de proyectos como lo son los grandes sembradíos de palma africana que inundan las planicies, remplazando de esta forma los cultivos ilícitos en el bello paisaje fronterizo.


Pero aún falta algo, la movilización, el trabajo de los comunicadores en estas regiones donde más que el cese armado, se necesita del rescate y la reconstrucción de la cohesión social, de un discurso que arroje soluciones, volver a mostrar todo lo que estas comunidades son, que esa participación civil a través de los medios comunitarios y alternativos sea el inicio de un modelo verdaderamente democrático hacia hechos de paz basado en el discurso.

X Edwin Araque.


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